sábado, 22 de mayo de 2010

Colores para el ciervo cultural

Amarillo es un flotador de ojos mojados que anda entre idas, venidas, vueltas y avenidas y vive el tiempo como un círculo, tiempo circular, tiempo de circo porque
para él la muerte no es terrible, terrible es sobrevivir agonías continuas y aterradoras de rutinas absurdas y protocolos más absurdos y costumbres mucho más absurdas e hirientes y tomar Coca Cola con algún vestido mundano y Big Mac y paaaf con eso tomaste Berlín y atacaste Polonia y ahí es cuando cae amarillo, porque Amarillo desde que nace, nace con una daga que lo llama y lo aterra y le grita y le avisa que los soberanos del mundo tienen arañas en la cabeza y ajo en el alma…..
Amarillo imagina, imagina, imagina, habla del infinito y del maiz porque piensa que sabe –y eso es saber- cuándo y por qué fueron concebidos y amarillo tropieza y la pena se burla de la noche porque el insomnio vuelve a ganar, amarillo es un mosquito deshecho y desarmado contra la pared, la sociedad lo aplasta porque vectoriza un virus, virus de los soñadores. Amarillo pincha la burbuja y araña el globo del mundo y después así como si nada navega por mares de papel hasta que de nuevo la daga lo llama y lo aterra y le grita y esas no son cosas fáciles de arreglar, menos para un amarillo que se pasa el tiempo recolectando caracoles soñando que el día que encuentre uno anaranjado se va a reinventar el mundo desde las cenizas, como el Ave Fénix. .

A verde le encanta viajar en tren cuando llueve, como hoy y el resto de los días grises, porque mira por la ventana y siente ese olor tan único, olor tan particular, olor a aire que abraza los pensamientos enredados, olor freudiano que mataría a Darwin con una pizca
tamaño huevo de hormiga; olor mágico, muy mágico, porque ese olor del aire no es otra cosa que un animal que habla y mira y comprende y lo saluda a verde cuando está leyendo alguna novela barata y vacía y la llena de colores y verde ahí sabe que su lugar es ese asiento y esa silla, y el tren y la ventana y el aire.
Verde va por el camino, peregrino, exiliado, vagabundo, cuando llega a la estación ya cambió el rumbo, va, viene, avanza, vuelve, retrocede y al final flota, siempre flota.
Verde despierta, tiembla y mira los hombros de azul entre brazadas de abrazos y ojos de remolacha y al final quiere saltar por la ventana y esperar que el polvo mágico de campanita lo lleve a Nuncajamás o a las tierras del fantasma de Banquo, o aunque sea tierras donde metrotrexato no sirva para nada… Verde va haciendo piruetas, nunca entendió por qué pero sabe que el invierno en el hemisferio sur es mas largo y que el calendario lleva a la repetición; por eso reparte mantas y lana y frazadas cada vez que cruza del ecuador para abajo, aunque en realidad nunca supo ver esa línea, porque verde no tiene ojos para líneas, verde puede ver sombras y emociones y a las ilusiones en los espejos. Verde se arremolina en una esquina y espera una metamorfosis, verde muta
de-oruga-a-mariposa, de-verde-a-amarillo; de verde-a-neumático, de-verde-a-azul…. Muchos amarillos fueron verdes algún día y de los azules, sólo los azules oscuros nacen verdes.

Azul no habla de lo que no entiende. Y si habla, entiende.
Vive; o sobrevive- según los verdes- en tierras de nubes sin sombra y nidos de cemento, un reloj lo muerde seco y fuerte cuando camina por las calles retorcidas y confusas, esclavas de trajes y corbatas alienadas y azul se apura, claro, porque no puede llegar tarde al trabajo, porque es una falta de respeto, y el respeto para azul es lo primero, el leimotiv. Azul frena en el semáforo y se sienta en el asiento que corresponde, y dice por favor y gracias. Azul se adapta, porque azul es el gran simulador, tiene una máscara tibia que flota por el túnel como un ser que no es, porque no es ninguno porque es muchos, claro depende para quién.
Azul está cansado de cruzarse con rojos y verdes que le escupen en la cara noticias de su cautiverio errático y fútil (rojo lo empuja, verde se rie) Cautiverio que en realidad
a veces intuye y siente como una peritonitis o un abdomen agudo o una locomotora que sabe que hay un paredón al final y aun asi sigue y sigue y sigue porque es azul y se mantiene en la vereda y en los rieles y no, no va a salirse, porque no puede porque si pudiera se haría mas verde. Y no hay con que darle-.
Azul se retrae y agarra otras avenidas cuando está asfixiado de la máscara o de verde, amarillo, rojo o de la vida y se va por otras cuadrículas donde abundan y nadan mas azules que escuchan con las orejas y se ríen y se burlan y se ríen y se burlan de los verdes que tienen orejas de decoración porque escuchan con la inspiración, y asi les va: no pueden encontrar el asiento o la silla y tampoco entienden que el tiempo lineal es irreversible. Azul no manda un mensaje si no tiene nada que decir y saluda sólo si tiene que saludar, azul se olvida de los eclipses y se olvida de preguntarle a verde si pudo ver los satélites de Urano y no gira por la estratosfera y tampoco sube ni baja escalones y no cae en pantanos musgosos pero tampoco vuela.

Rojo es un piano que pide a gritos que lo toquen, que lo toquen de verdad para doblarse como una hoja, rojo es el placard del cuarto: es un árbol que llora y escupe la ropa y los vestidos mundanos que mandaron a guardar ahí dentro, y puede parecer atrevimiento - y lo es- pero rojo es puro sentimiento -o por lo menos rojo lo ve asi.
Azul lo vive acusando porque se pasea irresponsable y negligente y furioso; inquieto
y loco, se mueve sin sentido empujando y respirando fuerte porque quiere que lo rescaten y dejar de caer en ese pozo, en ese vacío, esa caída libre, siempre en pánico, rojo es el huracán que se forma cuando se levanta el aire caliente y empieza a pasear y rompe casas y personas y alimentos. Rojo: un vaso de agua y una sobredosis. Rojo: un sahumerio en un salero. Rojo: la nena que se pierde en al playa. Rojo: un tsunami en Moscú. Rojo: el sabor de un encuentro imprevisto y desaforado. Rojo: no pasa inadvertido y no te cuelgues de rojo porque te podés quemar la cabeza, más si sos azul y lo sabés. Rojo toca la batería y aplaude con ganas clap-clap-clap y rojo desaforado suspira y se indigna por la neutralidad y la diplomacia y la normalidad de azul. Rojo: uñas mordidas. . Rojo: denuncia al mundo fuera de quicio con cachetadas y escupitajos. Rojo: como Hamlet, no va a dejar que su tío se quede con el trono. Rojo: si está embarazada no sabe de quién es. Rojo: casi loco, casi amante.
Rojo se enrosca con azul pero realidad ni se tocan; no hay ni medio gramo de violeta cuando hablan y no se fusionan nunca, rojo sueña en aplastarlo porque azul no le da nada, no le promete viajes y aventuras y no escupe ni maldice y no se indigna y no quiere salvar al mundo injusto que le tocó vivir y vino y vive y nace y muere nadando en esa neutralidad bien neutra y diplomacia atroz.
Rojo va destrozando el tiempo entre sus manos, incapaz de perseverar o calcular distancias u organizar cualquier evento cuerdo o absurdo, si rojo está en silencio pluuup te quedás sordo; y para rojo no existe el gris.

Negro: una recta, una linea, una curva, al principio cuesta, después es cuestión de seguir la huella y eso hace negro, como un auto, como un fluido, como un pasaporte, como un picaporte, como una llave y como una llamada que nadie atiende porque nadie llamó. Negro va de corbata, negro no se emborracha, negro es la torre del tablero de ajedrez, negro es paso firme y decidido, y negro confronta, anda elegante y almidonado, negro empieza desde la imagen, víctima de la costura, víctima de la cultura. Negro adora el reconocimiento y el vértigo y la autoridad y la montaña rusa y negro usa el lenguaje de camisas bien dobladas para denunciar las injusticias que lo asfixian. Negro es seguridad y sensatez y al final no es tan bizarro que un verde escape de los verdes y se refugie en un negro, buscando algo que ellos no van a poder darle nunca. Negro comprende esa insensatez fatal en la cara de verde y le tira una soga para sacarlo del barro.
Negro camina y caen edificios y el fuego lo hace mas fuerte -el mismo fuego que derrite a amarillo, porque amarillo quiere ser palabras y se cuela entre los neurotransmisores pero cuando baila con fuego en la arena siempre se quema.
Negro está consternado en secreto y manda palabras con arritmias y ritmos con palabras, siempre reservado con otoño en las venas, manos subordinadas a sanar lo enfermo, a sufrir el dolor ajeno y ese dolor moldea el carácter de negro y vaya si es duro. Y como cualquier héroe griego no puede escapar al destino.

Marrón es un animal salvaje, es tajante, bruto. Cuando habla pega y cuando camina pega latigazos. Como una joven estrella azul consume muy rápido su combustible, vida corta, gran temperatura. Es un caballo que gruñe y salta de atrás para adelante, de adelante para atrás, aplastando en su andar errático a los verdes y amarillos, seduciendo a los rojos. Desabotonado y desalmidonado, furioso y sin frenos, escaso de sentimientos, invadido por ese instinto que lo hace vivir pisando mariposas en el piso y tragando aire lleno de magia sin saber lo que está haciendo.

Violeta es mágico, efervescente, fluye con facilidad, se confunde, no distingue si está bien o si está mal pero sigue saltando porque violeta es un saltarín. Violeta llega y deja el saco arriba de la estufa, usa el videt para llenar un vaso de agua y regar las plantas, porque adora las plantas y los animales, violeta es amante de los gatos y llora en los zoológicos y violeta ordena el placard antes de dormirse, y si lo mira y se asoma una remera avisando que una manga está manchada o quedó sin planchar violeta no podrá conciliar el sueño y violeta tendrá insomnio. Sí, violeta tiene insomnio. Violeta es saltarín secreto con culpa y a veces tiene vergüenza y pone esa cara-de-no-me-mires-por-favor-no-me-mires y violeta mira para abajo y empieza a susurrar queriendo pero no queriendo encender ninguna voz y al final salen algunas cosas pero no importa porque verde sabe lo qué es violeta y un amarillo comprende con las caras entonces es redundante que violeta complete cualquier oración. Violeta está lleno de connotaciones y dice cosas cuando camina y cuando elige un pañuelo en la cabeza. Violeta es misterio y violeta atrae con ese andar saltarín despreocupado por la calle y se sale de la vereda pero vuelve a subir el cordón y se preocupa por la pila de remeras y el armario y la viejita que se cae en la calle, violeta es otro desalmidonado que sufre y sufre y sufre sobre todo cuando el dolor es ajeno. Violeta es un todopoderoso, un espejo de la mala energía, la rebota sin dirección y casi sin querer se la manda a los verdes y amarillos, pero bueno eso no es su culpa si ellos están cerca y violeta salta y no le puede dar dirección. Violeta brinda con agua y violeta quiere destapar cañerías y tener un auto grande para ir rescatando a la gente del mundo el dia en que aparezca un incendio y ordenara las personas en fila en su ropero -por un rato- hasta que los deje salir para que cada uno flote, camine, baile o retroceda a gusto, pero antes violeta les va a sacar una foto cada cual en su lugar y la va a colgar en su mesa de luz o poner abajo del vidrio y la va a mirar todos los dias antes de irse a dormir y ahí va a tener cosquillas de elefante porque revive todos los días el día que salvó al mundo.

Esa es la cuestión o algo por el estilo y un dulce de leche y mate amargo porque nadie puede elegir la música que se mete vibrando por los pies y te deja como un hamster asustado y taquicárdico o como un paracaidista principiante que tira del nudo y mira, y mira para atrás y para arriba esperando que se abra el globo para ver inflarse un látex de colores porque el color es inherente al ser, el color como la palabra es una cosa del ser.

Y ahí cuando cae el paracaidista se abre el globo, aparece su color y nace la persona como de la nada y cambiarlo no es tan facil porque desde que toca tierra ya arremete como un marrón, o camina con la disciplina de negro, o se desenfrena como rojo o tiene remolacha en los ojos como amarillo.


Y no hay con que darle.



Atenea

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